Fueron pocos los que no se dieron cuenta. En los últimos años, los procesadores, la memoria RAM, los discos duros o incluso los ordenadores –especialmente, los portátiles- incrementaron notablemente su precio. ¿El motivo? La falta de semiconductores, también conocidos como chips, el corazón de todo dispositivo electrónico.
El problema inicial, que surgió como consecuencia de la pandemia del COVID-19, derivó en una crisis global: la demanda crecía y la capacidad de producción no podía mantener el ritmo, afectando tanto a fabricantes como a consumidores. Y, como sucede en muchas crisis, alguien vio una oportunidad: China.
Mientras países como Estados Unidos y Taiwán han liderado tradicionalmente esta industria, el Gigante Asiático ha dado un paso al frente con un ambicioso plan para dominar la producción de semiconductores y cambiar el equilibrio de poder en el mercado global.
No estamos ante una simple decisión estratégica a nivel de industria de país, sino ante un gran plan con el objetivo de dominar la industria. Las cifras que en los últimos días hemos leído en las noticias no dejan lugar a dudas: en 2024, China ha invertido 25.000 millones de dólares en la compra de maquinaria para fabricar procesadores, superando a Estados Unidos, Taiwán y Corea del Sur juntos.
China acelera su inversión en la producción de chips
Lo más llamativo de esta noticia es que estas importantes cifras corresponden solo a lo transcurrido de año, es decir, aun no hablamos del total de 2024. Según datos aportados por la organización SEMI, que representa a más de 2.400 fabricantes de chips y productos electrónicos a nivel mundial, este nivel de inversión seguirá durante la segunda mitad del año, consolidando a China como el mayor inversor en la construcción de nuevas fábricas de semiconductores.
Este enfoque estratégico de China no es casualidad. En un entorno global donde las tensiones geopolíticas y la competencia por los recursos tecnológicos son cada vez más intensas, controlar la producción de semiconductores se ha convertido en una prioridad para garantizar su autonomía tecnológica y económica.
Uno de los principales motores detrás de este movimiento de China es la escalada de tensiones comerciales y tecnológicas con Estados Unidos. Washington, a través de la Ley de Chips, ha incentivado la producción local de semiconductores mediante subsidios y ha impuesto restricciones severas a la exportación de tecnologías avanzadas a China. Esto incluye chips de alto rendimiento y herramientas clave para el diseño y la fabricación de semiconductores, elementos cruciales que podrían haber permitido a las empresas chinas avanzar en la producción de procesadores de última generación.
La apuesta por los «chips heredados»
A medida que China invierte masivamente en su capacidad de fabricación de semiconductores, una parte importante de su estrategia se centra en los «chips heredados», también conocidos como “chips maduros”, que son que utilizan tecnologías de producción de 28 nanómetros (nm) o superiores. Aunque estos chips no son los más avanzados, son fundamentales para aplicaciones industriales, electrodomésticos y automóviles. De hecho, se espera que la capacidad de fabricación de estos chips en China se duplique en los próximos cinco a siete años, lo que le otorgaría una ventaja competitiva en la producción de este tipo de semiconductores.
Esta especialización en chips maduros también presenta una oportunidad única para las empresas de sourcing que gestionan la importación de componentes tecnológicos. A medida que China expande su producción, se abrirán nuevas vías de abastecimiento que podrían beneficiar a empresas que dependen de estos chips menos avanzados pero igualmente importantes para muchos sectores industriales.
El reto de la autosuficiencia tecnológica china
A pesar de los avances, la autosuficiencia tecnológica de China en el ámbito de los semiconductores sigue siendo un reto a largo plazo. Aunque está haciendo importantes inversiones en I+D para cerrar la brecha tecnológica con sus competidores, el acceso a tecnología avanzada sigue siendo limitado debido a las restricciones impuestas por Occidente.
El éxito de China en su misión por liderar la producción de semiconductores dependerá en gran medida de su capacidad para superar estos obstáculos, tanto tecnológicos como políticos. La carrera por la autosuficiencia en semiconductores está lejos de terminar, pero el país, una vez más, ha demostrado ser capaz de movilizar recursos masivos y adaptarse a las restricciones impuestas desde el extranjero. ¿Logrará finalmente su objetivo de dominar la industria?